Se cumple un año del anuncio de la Superliga. Los clubes más importantes del fútbol europeo –salvo el Bayern y el PSG– anunciaron el pasado año el nacimiento de un proyecto que buscaba revolucionar la actual Champions, independientemente de la UEFA. Pese a las fuertes presiones de los organismos que rigen el fútbol continental e incluso de los gobiernos de turno por tratar de frenarla, consiguiendo que nueve de los 12 clubes fundadores se echasen para atrás, el proyecto sigue en pie y avanza a la espera del juicio que tendrá lugar próximo 14 de junio, en el que se alcanzará una resolución definitiva para un proceso en el que Real Madrid, Juventus y FC Barcelona esperan que les den la razón.
Por el momento, los tres clubes han esquivado las sanciones propuestas por la UEFA y sus correspondientes federaciones y ligas, siendo respaldados de forma constante en los Tribunales. El organismo que dirige Aleksander Ceferin propuso un expediente sancionador en el que amenazaban con expulsar a los tres clubes rebeldes, además de imponer millonarias multas para el resto de clubes que dieron marcha atrás en su idea de crear una competición paralela a la Champions. Sin embargo, la Justicia les dio la razón e impuso medidas cautelares que obligaron a cerrar los expedientes abiertos.
Desde su lanzamiento, el presidente del Real Madrid y de la nueva Superliga, Florentino Pérez, aseguró que contaban el beneplácito de la legislación, puesto que la Unión Europea impide la creación de monopolios y consideran que la UEFA actúa como tal. Su principal motivación, además, era la de terminar con la falta de soluciones del ente que rige el fútbol europeo, al considerar que no explotaba al máximo una competición con un potencial del tamaño de la Champions y que el reparto de los recursos generados era insuficiente ya no sólo para los participantes de las competiciones continentales, si no para el resto de clubes y regiones a los que llega ese dinero.
Respaldos silenciosos
Después de la renuncia de los clubes ingleses y de Inter, Milan y Atlético, los tres clubes que se mantienen como cabezas visibles del proyecto han mantenido un contacto constante. El objetivo no es otro que mejorar el proyecto inicial y encontrar su viabilidad si la Justicia les da finalmente la razón. Las reuniones entre los presidentes de ambos conjuntos –Florentino, Laporta y Andrea Agnelli– se han mantenido en los últimos meses, con una cumbre en Barcelona el pasado verano y otra visita del mandatario del Real Madrid a Turín, donde el presidente de la Juventus le recibió en su casa.
A lo largo de este año, a pesar de que parece que los tres clubes se han quedado solos al frente de la Superliga, han contado con el apoyo silencioso de varios clubes pertenecientes a la ECA. Varias de las entidades más importantes del fútbol europeo habrían respaldado la viabilidad del proyecto en un ámbito privado, evitando así cualquier tipo de señalamiento y presiones por parte de la UEFA. Incluso la propia FIFA, según reveló en su momento The New York Times, habría animado a los 12 clubes fundadores en su idea, aunque después se pondrían del lado de Ceferin.
Una ‘nueva’ Superliga
El punto más cuestionable del proyecto de la Superliga en el momento de su anuncio fue el ser considerado como un club elitista en el que la mayoría de sus integrantes entrarían independientemente de los méritos realizados a lo largo de la temporada. Sólo tres de las 18 plazas totales estarían reservadas a este hecho, lo que atentaba contra el espíritu del deporte y, en concreto, del fútbol. Los otros 15 cupos estarían cubiertos por los fundadores, a los que se tenía previsto que se sumasen Bayern, Borussia Dortmund y PSG.
El rechazo que causó en todo el continente la decisión de crear una liga privada, llevó a la Superliga a estudiar nuevos escenarios, llegando incluso a estudiar la inclusión de los equipos únicamente por sus logros en las competiciones domésticas, así como en el resto de competiciones europeas. Con ello se ganarían el favor de gran parte de la afición, puesto que no fueron pocos –sobre todo en Inglaterra– los que se mostraron en contra de la creación de la nueva competición por este motivo. Un cambio que apenas afectaría a los fundadores, puesto que en la última temporada sólo dos de ellos se quedaron sin plaza en Champions.
Nerviosismo en la UEFA
Uno de los motivos que refleja que el proyecto sigue vivo es el nerviosismo mostrado por la UEFA. El organismo que hasta la fecha ha regido la totalidad del fútbol europeo se opuso rotundamente a la creación de la competición, al ser el principal afectado. De seguir adelante, verían como su negocio, que mueve miles de millones, se desmoronaría. Por ello, anunciaron expulsiones, multas y demás sanciones para todo aquel que no retirase su apoyo a la Superliga, a base de unas constantes amenazas que no han cesado en este año.
Además, los pasos de Ceferin en los últimos meses han ido encaminados a modificar el formato de la Champions League, acercándose a una copia mala del proyecto liderado por Florentino Pérez. La actual competición como la conocemos dejará de existir en la temporada 2024-2025, desapareciendo la fase de grupos para dar paso a una primera fase similar a la temporada regular de la NFL que estará integrada por 36 equipos, en lugar de los actuales 32.
Cada equipo disputará 10 partidos, entre rivales designados al azar. A partir de ahí, se generará una clasificación en la que los ocho primeros accederán a los octavos de final y del noveno al vigesimocuarto se enfrentarán en un play-in previo, antes de comenzar las eliminatorias directas de las que saldrá el campeón. Un formato totalmente ininteligible y que desvirtuará la competición por completo. Además, se ha barajado la posibilidad de incluir a dos equipos invitados que no logren clasificarse por el desempeño en su liga, lo que contradice la oposición de UEFA a los privilegios de los grandes.
Alianzas dudosas
También, el presidente de la UEFA ha buscado alianzas con el objetivo de cumplir con las demandas de los grandes clubes de Europa, que pasan por una mayor financiación. Para ello, ha encontrado a su mejor socio en la figura del presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, así como en el resto de clubes-Estado y a un selecto grupo de magnates o gobernantes de dudosa reputación.
Los primeros pasos de la alianza entre Ceferin y el presidente del PSG han sido la de formalizar una serie de acuerdos entre la UEFA y la ECA –que dirige desde hace un año el qatarí– que han consistido en la venta de los derechos televisivos de las competiciones europeas por una cantidad muy superior a la anterior, cumpliendo así con las exigencias de los grandes. Además, el reparto a los clubes será proporcionalmente mayor, aunque a costa de perjudicar a las entidades y ligas más pequeñas.
Todo lo contrario que lo que tiene entre sus puntos importantes la Superliga, cuya estructura se basa en una financiación piramidal. En ella, según el propio presidente del Real Madrid, el incremento de ingresos permitiría un riego de millones mayor para el resto de actores, permitiendo una mayor competitividad en el mundo del fútbol y una mayor viabilidad en tiempos de crisis.
Otra de las polémicas medidas de la UEFA es que se fulminará el actual fair-play financiero, favoreciendo los intereses de los clubes-Estado. Lo que se establecerá ahora será un límite salarial que permitirá a cada club gastar un 70% del total de sus ingresos en cuestiones de mercado de fichajes, así como en fichas, permitiendo que los equipos que reciben inyecciones infinitas de millones por parte de los fondos de inversión públicos de los países que los controlan, puedan gastar una mayor cantidad de dinero en conformar sus plantillas.